Lacan para los psicoanalistas no-lacanianos

LACAN para los psicoanalistas no-lacanianos!
(Es un artículo en construcción. 30-4-2018)

Por Dr. Ismail YILDIZ, Médico Psicoanalista online individual y de pareja, Docente de Psicoanálisis  Bogotá, Colombia.

Para saber más sobre quién soy y qué hago

Parte de este escrito viene de mi libro:

SENTIMIENTOS, EMOCIONES, PASIONES Y SÍNTOMAS
Estudios psicoanalíticos y aplicación a un caso clínico. Primera Parte.

CAP. VIII. J.-M. LACAN Y “POSTLACANIANOS”

Aunque Lacan no esté incluido oficialmente dentro de los culturalistas, es el culturalista más radical dentro de todos los grandes pensadores psicoanalistas. En efecto, ha defendido que el inconsciente está estructurado como lenguaje, es decir, un producto de cultura. De hecho, sin la inscripción y la prohibición del otro (la madre) o de otros (padre y cultura) no se constituye el inconsciente del cachorro humano como inconsciente reprimido, vale decir, no se humaniza. Además afirmó repetidamente que «el deseo es el deseo del otro», como sí el sujeto no pudiera tener ningún deseo instintivo ni pudiera construir níngún deseo propio en su devenir. Parece estar más radical que Freud sobre el determinismo psicológico, negando o renegando posibilidad de creatividad humana y de un fragmento de libertad o de libre albedrío

No intentaré sintetizar las teorías sofisticadas de Lacan, sino incluiré algunas de sus ideas relacionadas con afectos y síntomas (Fages, 1973; Nasio, 1983; Dor, 1985a, 1985b; Brousse y al., 1987; Golse, 1987, Borch-Jacobsen, 1990; Hamburg, 1991; Chemama y al., 1995; Rou-dinesco y al., 1997). En la sección siguiente describiré con más amplitud las teorías de Bleichmar (1983), inspiradas por el lacanismo, sobre el narcisismo y los afectos y los síntomas relacionados.

VIII.1. J.-M. Lacan

Jacques-Marie Lacan consideró el sujeto principalmente alienado (descentrado) en el deseo del Otro (sujeto del inconsciente) con obliga-ción de insertarse en un lenguaje ya preexistente o sea la cultura.

Lacan describió una fase de espejo en el desarrollo del infante (entre 6 y 18 meses), al final de la cual conquista su identidad y supera la fantasía del cuerpo fragmentado y la vivencia de dispersión angustio-sa. En opinión de Lacan, las psicosis infantiles pueden concebirse como un fracaso de esta experiencia clínica del estadio del espejo, y pueden aparecer esas angustias primitivas en ciertas experiencias de desperso-nalización (Lacan, 1966a).

Lo más importante es que la fase de espejo se desarrolla no sola-mente por la existencia material de espejos en el entorno sino y sobre todo a partir de relaciones interpersonales emocionales (la mirada y la función espejante de la madre), en las que se funda finalmente la subje-tividad del niño y también de los adultos. Porque la mirada y el recono-cimiento del otro da al sujeto su identidad. La mirada debe entenderse como una metáfora general: es lo que piensan de mí, el deseo del se-mejante, el puesto en la familia, en el trabajo y en la sociedad. El yo se formaría por la identificación en el otro y mediante el otro. También se inicia aquí la temática de la alienación del sujeto. Como la identidad, el narcisismo también se construye y se mantiene gracias a las relaciones interpersonales.

Lacan considera que la castración (simbólica) es la separación del niño (o de la niña) de la madre por el padre (función paterna). Esta se-paración es un sacrificio que hay que pagar para convertirse en un suje-to con acceso al orden simbólico y a la cultura (La Ley del padre, el Otro). Si no se realiza esta castración simbólica se produce una forclu-sión del Nombre-del-Padre, la ausencia de la metáfora paterna y el niño se queda en la fusión con la madre, en lo imaginario, la perversión (mi deseo es La Ley) y la psicosis. Dentro de esas consideraciones, la an-gustia se genera por temor a asumir la castración simbólica, a no ser ya el falo de la madre o a no tener el falo. Hay que precisar que el falo no es el pene sino es lo que completaría al sujeto, el poder y La Ley. Es un atributo paterno y significante primero de toda la cadena de los signifi-cantes inconscientes y conscientes. Querer ser el falo del otro es tener la ilusión de colmar todas las necesidades, deseos, demandas o faltas de otra persona.

Para Lacan, el deseo humano no remite a la satisfacción o a la gra-tificación de las necesidades biológicas sino al anhelo (deseo) de placer o goce simbólico (significante) de ser deseado y amado. Una de las ver-tientes del deseo humano es buscar constituirse en objeto de deseo (representante del falo) de su semejante. Allí estaría una de las bases del amor y, en caso de su frustración, del odio.

El objeto a (la madre, el otro con “o” minúscula) es el objeto de la pulsión, de descarga y de satisfacción de necesidades, y acaba creando el deseo. En realidad, lo que se busca y lo que se pide (La demanda) en el querer ser el deseo del otro es ser reconocido, deseado y amado co-mo el único objeto de deseo (el falo) del Otro. La herida narcisista estalla ante la frustración de la demanda, y aparece la agresión. Aunque la pul-sión pueda encontrar o no una satisfacción total, el deseo imaginario y simbólico nunca puede colmarse totalmente y definitivamente (falta-de-ser, condición de existencia del sujeto separado del complemento mater-no), salvo en momentos de fusión amorosa (o mística) y de manera tran-sitoria.

Lacan considera que todas las formaciones del inconsciente (sue-ños, chistes, olvidos, lapsus y síntomas) son metonimias y/o metáforas del deseo (incluyendo la formación del compromiso que da cierto grado de satisfacción), es decir del significante primario, y en consecuencia, son dirigidos a otras personas significantes.

Considera que el amor es una ilusión o un malentendido de creer ser Uno con el otro. Se tomaría cualquier otro por el objeto a que daría satisfacción imaginaria al goce de formar Uno con el otro. La angustia surge por darse cuenta de la falta y del vacío que no se puede colmar.

Para los lacanianos, el yo-ideal se construye por la mirada admira-dora incondicional del otro (madre) y el ideal del yo por las exigencias del Otro para otorgar la misma admiración. El ideal del yo implica la identificación simbólica con la Ley del padre, el Otro, e implica abandono del deseo incestuoso.

Según Lacan, la tristeza y el dolor de la pérdida (el duelo) se deben a las consecuencias de la desaparición de alguien que se había conver-tido, sin saberlo nosotros, en el soporte ilusorio de nuestra carencia (ob-jeto a).

Según Lacan (1966b), la agresividad se produce cuando es cues-tionada la imago especular que se ha construido. La agresividad surge del encuentro entre esta identificación narcisista (el orden imaginario, yo-ideal omnipotente) y las fracturas, las escisiones, las rupturas a las que esta imago es sometida.

Lacan, con su teoría de lo imaginario, da un vuelco al problema, siempre polémico en psicoanálisis, de la agresividad humana. Propone que todo cuestionamiento o crítica de nuestras fascinaciones especula-res da una visión paranoica del mundo. Basta decirle a alguien que no tiene razón, que no es quien cree, para que surja la agresividad. Lacan considera la pulsión de muerte como expresión del narcisismo frustrado. Al quitar la biología como factor explicativo para la agresividad, queda sólo el efecto de la estructura narcisista (Bleichmar et al., 1989).

Kohut desarrollará posteriormente teorías muy similares sobre la a-gresión y la destructividad humana.

Aunque no compartamos la totalidad de las teorías de Lacan, me-nos su técnica con sesiones de duración variable, es necesario recono-cer que revolucionó la comprensión del devenir humano, demostrando la importancia y la prioridad del otro (Otro y la cultura de pertenencia) en el proceso de la constitución del psiquismo humano (humanización), su evolución y sus funcionamientos normales y patológicos.

VIII.2. Consideraciones de H. Bleichmar sobre los afectos y sínto-mas relacionados con el narcisismo

Hugo Bleichmar, en su obra “El narcisismo. Estudio sobre la enun-ciación y la gramática inconsciente” (1983), considera que el narcisismo (amor del sujeto por su imagen) se construye en la intersubjectividad, por la mirada admiradora y el discurso del otro. Considera también que muchos afectos dolorosos (y síntomas) tienen su origen en la dificultad o la imposibilidad de alcanzar las aspiraciones narcisistas, y muchos afec-tos placenteros o exaltación de autoestima se originan por los reconoci-mientos y realizaciones narcisistas.

El autor diferencia los objetos de la satisfacción de la pulsión de los objetos de la actividad narcisista. Los objetos de la pulsión satisfacen la zona erógena mientras que los objetos de la actividad narcisista exal-tan el yo. Cuando la mirada del otro cuenta y se produce un placer adi-cional, el objeto ya no sólo origina placer de órgano sino además otorga placer narcisista. El sujeto busca incesantemente los objetos de activi-dad narcisista (piano para el pianista, actividad deportiva para el depor-tista, estudiantes para el docente, etc., etc.). En última instancia, todo puede servir para satisfacer el deseo narcisista, cuya esencia es la de sentirse único, diferente, superior a todos los demás, recibiendo una mirada que así lo atestigüe.

Muchas veces el narcisismo adquiere prioridad sobre la satisfacción biológica. En el narcisismo todo está en el orden de la significación, en la mirada del que puede otorgar reconocimiento con su admiración. Ante la ausencia de la actividad narcisista se produce un profundo desequili-brio en el sujeto que puede conducir a la irritación, al aburrimiento, a la apatía y a la depresión. Las angustias narcisistas surgen cuando en-tran en peligro las aspiraciones narcisistas, mientras que la depresión narcisista ocurre cuando fracasan las defensas narcisistas.

Sostiene que el yo ideal, que posee todas las perfecciones, es creado por un discurso desarrollado por la pasión del enunciante (la madre con un amor incondicional). Mientras que los ideales (ideal del yo) se constituyen a partir del momento en que el otro deja de ser un admirador incondicional para pasar a convertirse en alguien que exige al sujeto la adecuación a determinadas normas para obtener la admiración. Parte importante de la llamada angustia existencial se revela como de naturaleza narcisista. El deseo insaciable de ser un yo ideal único produ-ce un sujeto que no encuentra paz al no poder mantener la admiración incondicional del otro o del superyó.

En casos de mayor susceptibilidad narcisista, las menores objecio-nes por parte del otro despiertan la angustia señal para evitar caer en la situación traumática narcisista de impotencia y desvalimiento.

El autor considera tres tipos principales de trastornos del narci-sismo: 1. Fallas de narcisización; 2. Operaciones defensivas ante las ansiedades narcisistas, y 3. Fracaso del narcisismo y su no compensa-ción que producen depresión narcisista y eventualmente el suicidio.

VIII.2.1. Fallas de narcisización

La catexis narcisista se define como el complejo ideativo-afectivo que forma parte de la representación global del sujeto o de un aspecto de él, y es inducida por la aprobación, la valorización y la admiración del otro. La narcisización de un atributo convierte a éste en algo similar a una zona erógena, buscándoselo para activar el placer narcisista. La narcisización es el alimento de las funciones yoicas, ya que provoca el anhelo de repetirlas. Cuando la narcisización es excesiva (hipernarci-sización) da lugar por exceso de gratificación a una fijación a este tipo de goce (por ej. exhibicionismo primario). En lugar de narcisización pue-de ocurrir la descalificación primaria: mirada crítica y displacer del otro significativo desde el comienzo de la vida del niño. La descalificación y el rechazo producen una herida siempre presente, que se vigila para evitar el dolor temido. La tercera posibilidad de falla en la narcisización es la indiferencia de un aspecto del sujeto para el otro significativo, lo desatiende. Cuando la indiferencia es total deja un vacío en el sujeto, constituyendo un déficit primario.

VIII.2.2. Operaciones defensivas ante las ansiedades narcisistas

Las ansiedades narcisistas (como señal de angustia) surgen ante las posibilidades de heridas narcisistas traumáticas.

El autor considera que los mecanismos de defensa son operaciones tendientes a que la conciencia no se entere de alguna pulsión o algo do-loroso. Pero el psiquismo tiene a su alcance otras operaciones defensi-vas tendientes a: 1. Evitar el displacer narcisista (evitación de una situación temida por el narcisismo, renuncia narcisista, retracción narci-sista, desnarcisización); 2. Inventar placeres narcisistas que compen-san el displacer narcisista latente (megalomanía, exhibicionismo se-cundario, donjuanismo, ninfomanía, rabia narcisista, negativismo, cultivo de resentimiento, abuso de poder, sadismo, masoquismo narcisista, idealización del ideal con actitud de denigración crónica y descalificación del objeto); 3. Buscar experiencias de satisfacción sustitutiva (adic-ciones, bulimia, masturbación compulsiva, perversiones compulsivas). El sujeto busca también experiencias placenteras que no se relacionan ne-cesariamente con el sufrimiento narcisista.

El autor describe un concepto nuevo muy significativo, el maso-quismo narcisista, que es diferente del masoquismo moral descrito por Freud. En el masoquismo narcisista, la persona se sentiría orgullosa y superior a otros por renunciar a satisfacciones, por verse sufriendo y sacrificándose por los demás. Mientras que en el masoquismo moral no existe el sentimiento de superioridad sino sentimiento de culpa (inferiori-dad) y vive rechazado por su superyó, y para volver a ganar el favor de éste realiza el acto expiatorio como una obligación. El placer del maso-quismo moral está dado por el perdón que se logra, por ser admitido entre los buenos por el superyó. Mientras que el placer del masoquismo narcisista está dado por elevarse por encima de los otros por hipernarci-sización del autosacrificio. Ese concepto de masoquismo narcisista es similar al narcisismo moral descrito por Green (Ver X.7.3).

Las expectativas ansiosas de fracaso en funciones narcisizadas pueden llevar a las fobias narcisistas que pueden terminar en una des-narcisización o déficit secundario de las funciones para evitar el displa-cer y la angustia (impotencia sexual, eyaculación precoz, frigidez, miedo escénico, tartamudez). A veces el desinterés (desnarcisización secun-daria) hacia una parte o la totalidad del yo se transforma en odio por la frustración que produce en el narcisismo. El odio del sujeto contra sí mismo puede llegar a alcanzar tal intensidad que puede conducir alsuicidio. Otra forma de suicidio o de autoagresión de causa narcisista puede ocurrir para evitar la vergüenza del fracaso ante los demás.

A veces la ansiedad narcisista perturba funciones complejas como la propia actividad de pensar, de lenguaje, de representación del cuerpo, induciendo estados mentales de confusión, obnubilación y despersona-lización.

La renuncia, después de fracasos repetidos, aparece como una for-ma de evitar el dolor narcisista. Las personalidades maníacas inician muchas cosas pero no perseveran y abandonan ante las dificultades del camino. Los depresivos y melancólicos pueden no emprender nada nuevo para evitar más sufrimiento narcisista, por temor al fracaso.

El autor considera la agresión como necesaria para la sobreviven-cia biológica y para la autoafirmación. Piensa que no hay necesidad de referirse a un instinto de muerte. Considera que la agresión, la destruc-ción o la autodestrucción se generan como reacciones para restablecer el narcisismo herido. El sadismo puede ser utilizado para compensar viejas heridas narcisistas (identificación con el agresor). El abuso de poder tiene el significado de recuperar un sentimiento de superioridad sobre el otro, de afirmación narcisista. La pelea sirve para recuperar en la fantasía el sentimiento de poderío de que se carece en la realidad.

La furia narcisista descrita por Kohut, que aparece en forma de estallido brusco o de venganza retardada, no es simple descarga de agresividad frente a la frustración o a la ofensa recibida sino que es un intento de salir de la situación traumática narcisista. Nada más humillan-te que el sentimiento de impotencia porque afirma que el yo no es capaz de ser aquello que debería ser. La rabia sentida pero no expresada ni actuada puede sentirse como una nueva demostración de impotencia, lo que deteriora más la autoestima. El sujeto humillado, si no restaña su decepción por otros medios, busca vengarse, porque el que lo humilló ha sido ubicado por ese sujeto humillado en el lugar que sería digno de valor; es decir, valoración del lugar donde a su vez el sujeto puede hu-millar al otro en venganza.

Los estallidos de indignación y de rabia permiten al sujeto sentir que está en la posición justa. Otra forma de reafirmación narcisista es el cultivo de resentimiento que refuerza el disgusto (no perdona) procu-rando placer narcisista porque el sujeto se reafirma en su razón frente al otro, se pone en una posición superior al otro, de ser aquel que rechaza al otro.

Cuando la furia narcisista no se puede manifestar abiertamente, aparece a veces en forma de negativismo. En este caso el sujeto se opone a su propio deseo para no satisfacer el del otro. Esto puede ex-plicar algunas formas de anorexia, dificultades en la sexualidad, el trabajo, el estudio, etc. Mediante el negativismo se adquiere el senti-miento del que no se somete al dominio del otro y de ser uno el que manda.

VIII.2.3. Falla del narcisismo

Cuando fracasa el narcisismo (la realización del yo ideal y/o ideal del yo), y no son suficientes los mecanismos de defensa y operaciones defensivas específicas descritas contra las ansiedades narcisistas, se produce depresión narcisista, melancolía y eventualmente el suicidio. La autoagresión, incluyendo el suicidio, se hace siempre por un amor pa-tológico al otro polo de la oposición, “yo o el otro”: se agrede por culpa, amor esclavo al otro (masoquismo moral) o porque el sujeto no se ve como digno de vivir al no estar a la altura de un ideal. El sujeto escindido obtiene placer en la autoagresión pues mediante el ataque logra sentir que no está de acuerdo consigo mismo, que hay una parte de sí diferen-te del yo que merece repudio. Se explica de este modo el placer del me-lancólico en la persistencia de los ataques contra sí mismo. El placer narcisista por identificarse ilusoriamente con el que critica es más impor-tante (en el nivel inconsciente) que el dolor que experimenta en la con-ciencia por sus autodescalificaciones.

Por Dr. Ismail YILDIZ, Médico Psicoanalista online, Docente de Psicoanálisis, y Supervisor , Bogotá, Colombia.
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